Sevilla es una ciudad con una fuerte personalidad. ¿Qué piensa sobre sí misma la histórica ciudad? ¿Cómo podemos conocer su compleja psicología? ¿Qué opiniones le merecen sus fiestas principales? ¿Es tan cofrade o feriante como dicen? ¿Sufre íntimamente o sus realidades responden mejor al esquema de frívola extrovertida que tanto se vende por las esquinas? ¿Es creyente? ¿Cuáles son sus miedos: el abandono de la fe cristiana, el terrorismo islámico…? ¿Le gusta La Giralda? ¿Y sus gentes? ¿Y sus ritos? Estamos ante una obra apasionante que coloca en el diván del psiquiatra a la ciudad hecha mujer. Personifica a Sevilla y lo sevillano en una dama que semanalmente acude a la consulta. En tan singular marco, y con una tensa dramaturgia, se encuadra la acción. Tres personajes principales: la paciente, Sevilla; su médico-psiquiatra de la calle Alfalfa, y también el mueble sobre quien descansa la acción, el diván. La ciudad, reclinada sobre tan simbólico artilugio, irá desgranando sus pensamientos más íntimos y reservados, los conocimientos que le causan mayor sabiduría, dolor, satisfacción o huella traumatizante e incluso las experiencias vividas a través de los afectos y desafectos que han condicionado su vida sentimental. En definitiva, irá sacando al exterior lo más escondido de su alma para, efectuando un ejercicio de introspección, lograr la labor psicoterapeútica de conocerse mejor y más profundamente. Toda la ficción sale exclusivamente de la cabeza del autor, pero nada de este pequeño teatro aparece sin su porqué y enjundia.