La arquitectura moderna ha apostado por la eterna juventud. La tersura de una piel sin machas ni arrugas parece ser el objetivo de la imaginería contemporánea. Pero el tiempo pinta con el pincel de la lluvia y el color de la suciedad. Lo que se deposita siempre es porquería, pero si subraya el carácter del edificio, la forma del elemento constructivo o la incidencia de la luz, le llamamos pátina. Este cuaderno esboza una reflexión sobre la posibilidad de prever la huella del tiempo, cronológico y meterológico, en nuestros edificios. Hay que saber envejecer.