Abandonados por nuestros padres que desparecen, por nuestros hijos e hijas que se marchan de casa, con frecuencia hemos de afrontar ambas separaciones en el mismo momento de la vida: nuestros padres mueren, nuestros hijos e hijas crecen. Acorralados entre dos generaciones, la de aquellos a quienes debemos nuestra existencia y la de aquellos a quienes se la hemos dado nosotros, ¿qué somos a partir de ese momento? Las referencias se tambalean, nuestros papeles se ven alterados. ¿Cómo hacer de esta doble pérdida una metamorfosis interior, un nuevo punto de partida?”. L.F.