El mundo se consume y solo el poeta es testigo -absorto y paciente- de esa transformación. Como en el fuego alquímico, algunas formas se elevan y otras se hunden bajo el peso de su propia imposibilidad de arder, y es ahí donde estos poemas logran entrelazar maravillosamente la levedad y la dureza, la crueldad y la compasión, trazando el vínculo invisible que desdibuja los linderos de lo inerte, para mostrarnos una realidad que está fundida por las virtudes del fuego.Mientras todos dan la espalda al incendio o lloran sobre las cenizas, este poemario reescribe el instante de la luz y exhuma toda la materia inflamable de la memoria para recordarnos que, a pesar de tanta ruina, hay al menos una batalla que ganamos cotidianamente al desastre.Pablo Rojas