Los pájaros entre los cerezos, la lluvia sobre el zorro, la boca gastada de los árboles, el lomo casi azul de los caballos, los álamos del viejo caserón, la nerviosa canción de los barrancos, la savia que se mueve todavía mezclada en nuestra sangre. Carreteras que brillan en el bosque entrecruza el ámbito rural con el urbano. Recoge las voces estropeadas en la ciudad de alimañas, tractores, espíritus del río, la bojeda, la escarcha, los rebaños, todos los dulces frutos del verano. Un tácito permiso para el vuelo con objeto de alcanzar hasta las últimas farolas pisando las hojas secas de un camino. Este libro, en el que el autor aboga porque «los últimos días sean tus brazos, nuestros brazos, ciervos milenarios», ha obtenido el XXVII Premio de Poesía Ciudad de Salamanca.