«Virginia Woolf era la hermana de mi madre. En 1964, unos veinte años después de la muerte de Virginia, mi tío Leonard me escribió comentándome que había gente dispuesta a escribir su biografía. Él se veía en la obligación de invitarlos a almorzar para convencerlos de que no lo hicieran, lo cual no dejaba de ser un fastidio... Acto seguido, me propuso que fuera yo quien se ocupara del tema.» Con estas sencillas palabras Quentin Bell inaugura uno de los mejores trabajos biográficos del siglo XX, y con la misma soltura cuenta al detalle la vida de una mujer que hoy es un mito de la literatura contemporánea. El libro arranca con una descripción de la familia que rodeaba a Virginia en los días de su infancia, para ir luego perfilando todos los pasos importantes de la autora, tanto en su vida íntima como en su carrera profesional. Así, mientras asistimos al matrimonio de la autora, al surgir de sus primeros trastornos psíquicos, al devenir de la relación con Vita Sackville-West y las extravagancias del grupo de Bloomsbury, también participamos de sus dudas como creadora y del ansia con que esperaba las recensiones de sus trabajos. Gracias a la especial vinculación con Virginia y a la ayuda de documentos valiosos y hasta entonces inéditos, Quentin Bell pudo dibujar un retrato único, donde la ironía e incluso el humor se codean a gusto con el rigor histórico.
Hoy, cuando han pasado más de sesenta años desde el día en que Virginia Woolf creyó oportuno despedirse de los suyos y el trabajo de Quentin Bell es ya en un clásico, estas páginas aún conservan intacta la voz de una mujer que vivió y escribió con el talento que distingue a los genios.