«Yo tenía siete años. Mi hermano mayor, once; y el pequeño, cinco. Vivíamos en Moscú, en un barrio apartado, en las afueras de la ciudad, cerca de un parque zoológico. EL piso de mi familia era bastante pequeño, me parece; sobre todo recuerdo el comedor con dos ventanas que daban a un patio en el que crecían algunos árboles y rodeado de algunas cabañas o barracones que servían para guardar herramientas de todas clases.»
Así escribe Gala Dalí en el arranque de La vida secreta, un texto que se desplaza con agilidad del dato biográfico al apunte lírico y visionario, desde la historia compartida hacia las vivencias íntimas, y que permite una aproximación inédita a la mujer que se escondía y alimentaba el mito de «Gala».