LAS biografías de los grandes artistas siempre han sido mejores cuando son narradas desde la óptica de una inteligencia de igual o superior magnitud. En este caso, es todo un lujo la aparición de esta excelente traducción, hasta ahora inédita en nuestra lengua, que un inglés tan universal como Chesterton dedicó a una enigmática y casi sobrenatural figura como ha sido y será la de William Blake. Digamos que este libro son dos libros en uno, pues a él se pueden acercar no sólo los admiradores de Blake sino también los habituales lectores de las peripecias del famoso sacerdote y detective Padre Brown. Porque tan importante es el aquí ensayado como el ensayista, el biografiado como el biógrafo.
De la voz de Chesterton repasaremos con serenidad los datos y las anécdotas que envolvieron la vida de William Blake, abarcando sus diferentes facetas, tanto como pintor, poeta, grabador o como figura que atacó a las normas de la decencia común. Y precisamente, el tema de la cuestionada locura en la figura de Blake es abordado y analizado por Chesterton con suma tranquilidad y con lucidez deslumbrante. No era menos de esperar que, un hombre con tan fuertes inquietudes religiosas como Chesterton, fuera capaz de superar los primeros juicios superficiales que pueden causar a priori el conocimiento de las extrañas maneras de este místico y genial artista. Por eso, dependerá de lo que entendamos por «locura» para comprender el misticismo del Blake que nos presenta Chesterton, quien afirma rotundamente que «Blake no estaba loco. Blake fue uno de los hombres más coherentes, tanto en la teoría como en la práctica, que jamás vivieron sobre la tierra. Blake pudo estar profundamente equivocado, pero jamás tuvo lo más mínimo de irrazonable», pues el loco es el hombre que lo ha perdido todo, menos la razón.