La carrera literaria de Pilar Pedraza (Toledo, 1951)
ha discurrido siempre por una senda ajena a la conveniencia
de las modas, y se ha convertido con el tiempo en ejemplo
de coherencia creativa. Definir en pocas palabras el original
y rico mundo de ficción de Pilar Pedraza es tarea baladí.
Baste informar sobre su predilección por la literatura fantástica
frente al realismo, sobre la fascinación de la autora
por la muerte y el misterioso mundo de ultratumba,
su renovado interés por el ocultismo, el satanismo
o la transformación del hombre en monstruo,
o su recreación en escenas crueles e incluso sangrientas.
La fase del rubí –publicada originalmente en 1987, y traducida
al francés y al portugués– intercala la voz del narrador
con el relato en primera persona de su protagonista, Imperatrice,
hija de un noble español y una patricia veneciana que languidece
en su palacio de La Perla, una ciudad castellana en pleno
Siglo de las Luces. Acusaciones de brujería y la presunta posesión
de una monja traen de cabeza a Torcuato, secretario
de un decadente Santo Oficio y hermanastro de Imperatrice,
en una atmósfera intoxicada por supersticiones y rumores.
Sólo cuando siente «la llamada que tantas tardes de hastío
y tantas noches le hace dejar el palacio para correr detrás
de quimeras» encuentra Imperatrice alivio a su permanente
melancolía. Sólo entonces, como en un sueño, logra dar rienda
suelta a sus oscuras y terribles pasiones.