En esta novela de 2001, Roth retoma al personaje de David Kepesh (El pecho y El profesor del deseo). Kepesh tiene aquí ya más de sesenta años, es un eminente crítico televisivo y uno de los catedráticos estrella en una universidad neoyorquina cuando conoce a Consuela Castillo, una atractivísima estudiante de veinticuatro, de modales refinados e hija de un matrimonio de ricos exiliados cubanos. Empiezan una aventura sexual que resulta ser una bomba que hace añicos el mundo intelectual y erótico de David. Desde la revolución sexual de los sesenta, cuando abandonó a esposa e hijo, Kepesh se ha dado a experimentar lo que llama «la masculinidad emancipada», escapando al alcance de la familia o de una pareja. Con los años ha logrado refinar lo que mamó de esa exuberante década de protesta y libertad hasta encajarla en una vida plenamente ordenada, donde sigue teniendo, con jóvenes estudiantes, vías de escape al mundo del eros y asimismo sabe mantener la distancia estética suficiente. Pero la juventud y belleza de Consuela, «una obra maestra de la voluptuosidad», desarman por completo los constructos por los que se rige David, quien se ve convertido en un posesivo obseso sexual condenado a arrastrarse por el oscuro lodazal de los celos. En la narración del descenso de Kepesh, Roth despliega un impresionante repertorio de variaciones sobre eros y tánatos, la licencia y la represión, el egoísmo y el sacrificio. Con El animal moribundo título tomado del poema de W.B. Yeats «Navegando hacia Bizancio»: «Mi corazón entero consumid, que está enfermo / de tanto desear y, atado a un animal / que agoniza, no sabe ya ni qué es; dejad / que me acoja al artificio de la eternidad» Philip Roth logró una de sus novelas más penetrantes y abrasivas.