Estamos en el momento álgido de las guerras napoleónicas. Un diplomático francés, Jean Daville, es enviado a Travnik, una pequeña ciudad perdida entre las montañas de Bosnia, como cónsul. La novela es el relato de su estancia allí entre 1806 y 1814, dando ocasión para ofrecernos un fresco de ese tiempo convulso en el que por primera vez los Balcanes se abren a Occidente. Alrededor de la pequeña ciudad, donde también se ha asentado el cónsul austríaco, la política napoleónica se escribe con fuego y sangre mientras que los dos cónsules, perdidos en el pequeño territorio de Bosnia, verán cómo sus ambiciones y juventud naufragan y se asfixian en medio de una comunidad arcaica, contradictoria e impenetrable. Un paisaje humano en el que se entrecruzan imágenes de un mundo casi medieval con el desasosiego de las mujeres europeas y con las vidas cotidianas de los actores involuntarios de la pequeña historia: comerciantes, burócratas, artesanos, campesinos. En la frontera entre la novela histórica, el relato intimista y la descripción etnográfica, esta novela del autor de Un puente sobre el Drina constituye una de las mejores evidencias de que la novela sigue siendo un género tan vivo como imprescindible.