Oscar Wilde nació en Dublín en 1854. Se trasladó a Inglaterra a estudiar lenguas clásicas en la Universidad de Oxford, donde encontró un ambiente, el de los jóvenes de las clases acomodadas inglesas, en el que no lograba integrarse. Esa excentricidad le lleva a construirse una personalidad exhibicionista inspirada en el dandismo y en ciertas teorías que proclamaban el placer como único objetivo de la práctica artística.
Con «El abanico de Lady Windermere» obtuvo Wilde su primer éxito teatral de público. La crítica fue más distante. Reconocía el ingenio de los diálogos, pero insistía en la poca originalidad de los motivos (el chantaje, el abanico comprometedor, la infidelidad conyugal). «La importancia de llamarse Ernest» pondría fin a la trivialidad de sus tramas. Empezando por el difícilmente traducible juego de palabras del título, Wilde consigue expresar en esta obra su visión del mundo en varios niveles: divirtiendo al público aristocrático y arreglándoselas para comunicar al espectador contemporáneo su credo individualista.