Escrito hacia 1630, El burlador de Sevilla significa la irrupción en la literatura de uno de sus grandes mitos, el de don Juan, el aristócrata amoral, cínico, con un punto de depravación, que conquista mujeres no por deseo sexual, sino por el mero hecho de conquistarlas. De todas las versiones del personaje, la de Tirso es la más despiadada: ostenta que el mayor «gusto que en mí puede haber/ es burlar a una mujer/ y dejarla sin honor», con lo que a la ofensa une la crueldad: desprecia las leyes divinas y humanas e incluso se mofa de la otra vida. La carrera de don Juan es la de un transgresor, no solo de la moral, sino del orden social que se gana el eterno castigo, del que también se había burlado. Obra compleja, de múltiples sentidos, es sobre todo una lectura apasionante que no ha perdido ni un ápice de su actualidad.