En muchos sentidos, Adam es el chico perfecto. Nunca ve el fútbol, nunca se emborracha y prefiere una noche tranquila en casa a salir con sus amigos. El único problema es que Adam no existe. Faith Wishart se lo ha inventado. De hecho, Faith se lo inventa prácticamente todo para complacer a su madre. Finge estar contratada por una importante empresa de relaciones públicas, cuando realmente trabaja en una tienda como maquilladora. Pero su madre está deseando conocer a Adam y cuando su hermana menor vuelve de Australia con su prometido, no son precisamente campanas de boda lo que Faith oye a su alrededor, sino sirenas de alarma.