Menéndez Pelayo calificó esta " continuación " de «La Celestina» de " joya literaria " , por ser " la mejor hablada de todas las «Celestinas» después de la primitiva " . Desde las primeras palabras que abren la «Tragicomedia de Lisandro y Roselia» (1542) queda claro que el modelo explícito de la obra es la Tragicomedia de Calisto y Melibea. El autor no pretende ocultar que está escribiendo otra «Celestina», pero lo hace continuando la vida de uno solo de sus personajes, Elicia, como heredera de las artes e instrumentos de su tía Celestina muerta, y mostrando su respeto a la verosimilitud de la fábula, a la " realidad " de la ficción; al mismo tiempo pone de relieve cómo el camino seguido por otros " continuadores " fue erróneo porque forzó las leyes de la ficción verosímil. Sancho de Muñón supo crear un juego literario sumamente interesante, lleno de teatralidad, con gran riqueza lingüística y unos personajes con enorme intensidad dramática.