Alberto Vázquez-Figueroa tuvo conocimiento de que un grupo de niños etíopes habían vivido una de las mayores odiseas de las que se tiene memoria, y quería ser testigo y notario de tan fabulosa aventura. Por desgracia, cuando este relato estaba concluido, los atroces hechos de Ruanda han venido a corroborar que, demasiado a menudo, la realidad supera la fantasía más desbordante y que, hoy por hoy, África no sólo llora: también sufre, grita, se desangra y muy pronto morirá. África llora no es sólo un relato trepidante inspirado en un hecho real: es, sobre todo, un detallado estudio de las razones humanas sociales y políticas por las que el más hermoso de los continentes agoniza.