«Si el amor es niño e ignora la conciencia / por amor la conciencia es engendrada». Cada uno de nosotros siente que estas palabras de Shakespeare, recordadas por innumerables voces del arte, de la literatura y de la música de todo tiempo y lugar, hacen vibrar una cuerda constitutiva de la experiencia humana. El yo nace siempre dentro de una relación. Por tanto, siempre me precede una relación. Debo mi origen a otro. Para realizarme tengo necesidad de otro. Con la palabra amor -hoy más manoseada, desfigurada y devaluada que nunca- se quiere indicar esa experiencia universal y originaria que, por ser tal, no puede perderse sin que se extravíe el hombre en cuanto hombre.