La idea de creación no admite comparación con ninguna otra: remite a esa relación única por la que Dios está haciendo ser a la criatura. Responde a la iniciativa absoluta de un amor sin límite ni medida: un acto "infinitamente transitivo", todo él volcado hacia el bien, el crecimiento y la perfección de la criatura. Creación es ya salvación, desde siempre y para todo hombre y mujer. Romper los dualismos entre lo sagrado y lo profano, entre lo que "pertenece a Dios" y lo que nos pertenece a nosotros: intentar comprender que, cuando la persona humana trata de recibirse limpiamente desde la acción creadora divina, todo es a la vez santo y profano, que comer puede ser tan santo como rezar, que trabajar por la justicia es también conocer a Dios...: he ahí el intento radical de este libro. De él se ocupa la primera parte, "fundamentación": la segunda, "aplicaciones", busca realizar su coherencia en tres temas especialmente cruciales: las relaciones entre religión y moral, el problema de la culpa y del perdón y, finalmente, la oración de petición. Con pasión religiosa, pero en profundo diálogo con el pensamiento filosófico y la sensibilidad actual, el libro se dirige, por un lado, a los cristianos que quieren vivir su fe de modo adulto, significativo y actualizado y, por otro, a todos aquellos que, acaso desencantados de una religión que ya no les hablaba, conservan la inquietud de la pregunta o la nostalgia de lo un día vivido o presentido. En el prólogo, el novelista Carlos Casares ha sabido captar bien este aspecto: "Confieso que...si este libro lo hubieran podido leer muchas personas como yo, cuando tenía dieciséis o diecisiete años, nuestra vida sería diferente. (...) Éste es el Dios en el que a muchos nos gustaría haber creído en los años tormentosos de la adolescencia y en el que podemos creer de nuevo cuantos vemos ya no muy lejano el horizonte y el mar sereno de la vejez. "Uno se da cuenta de pronto de que Dios tenía que ser así y no podía ser de otra manera".