La cuestión judía no es un asunto que incumba sólo al pueblo judío. Es el quicio de Europa y está en el centro de las preocupaciones morales, políticas y estéticas de nuestro tiempo. De Atenas a Jerusalén trata de explicar por qué. El pueblo judío es, en primer lugar, testigo privilegiado de la talla del proyecto que pone en marcha la Modernidad. Contribuyen a conformarlo, pero se los excluye. Desde la experiencia de la marginación, reconocen tempranamente que ese proyecto va al desastre. Pero no se resignan y ofrecen, como alternativa, un Nuevo Pensamiento que no ha dejado de fecundar silenciosamente lo mejor del siglo XX. Pensadores como Hermann Cohen, Franz Rosenzweig o Walter Benjamin rescatan la herencia judía olvidada, que es la mitad de la herencia de Europa. El judaísmo fecunda la filosofía clásica al colocar junto al logos la memoria. al plantear la prioridad de la responsabilidad sobre la libertad. al no supeditar el tiempo a la historia, ni la humanidad al progreso. Sólo una Europa animada por Atenas y Jerusalén puede ser realmente universal y entrar en el siglo XXI sin el espíritu de fracaso que anuncian tantos críticos de la Modernidad.