De Anaximandro a Fichte, la tradición filosófica se hilvana con el concepto de sujeto, de modo que su emergencia y desarrollo son los que la hacen comprensible. Si esta hipótesis es viable, se puede también cómo esta tradición resulta mucho menos discrepante de lo que en su superficie parece, y sus distintas propuestas son formas, enriquecedoras en su diversidad, de decir lo mismo.