Antes de ser etnólogo, Lévi-Strauss, nacido en 1908, es un caminante, un hombre que recorre el mundo para tomar sus medidas. La pasión por el descubrimiento lo lleva a Brasil, donde aprende un oficio que en aquel tiempo ninguna universidad enseña. En 1940, debe huir de Francia. Nueva York es una revelación, un lugar de reencuentro con la intelligentsia del Viejo Mundo. A través de su amistad con Roman Jakobson y el deslumbramiento que le causa el descubrimiento de la lingüística estructural, obtiene el armazón que dará sentido y rigor a su exploración de la diversidad humana. Su tesis sobre Les structures élémentaires de la parenté, elaborada en esta época, es recibida
inmediatamente como un clásico. Lévi-Strauss regresa a Francia en 1948 y necesitará doce años para dotar a su disciplina de un lugar institucional, con la creación de una cátedra en el Collège de France. La publicación en 1954 de Tristes tropiques lo da a conocer al gran público. El pensamiento de Lévi-Strauss se impone, a partir de los años
sesenta, como uno de los polos de la conciencia contemporánea. Su obra es inseparable de una reflexión sobre nuestra sociedad y su funcionamiento. Tiene una visión ecológica del mundo y de los individuos, avant la lettre. Lo que el pensamiento salvaje dice en el mito, nosotros lo buscamos en la literatura y el arte. Por eso Lévi-Strauss desarrolla tesis provocadoras sobre la producción en temas como el arte plástico y la música. Lo que este libro relata es la aventura intelectual del siglo XX.