José Antonio Aguirre fue el político vasco más popular, respetado e influyente del siglo XX, y, a la vez, uno de los grandes estadistas de la democracia española. “Ese nombre, ese prestigio y esa autoridad no nos pertenecen ya por entero a los vascos”, constató su correligionario y amigo Manuel Irujo. Sin embargo, la figura del primer lehendakari de los vascos ha sido marginada por los historiadores, hasta el punto de que, hoy por hoy, no existe una biografía escrita con rigor sobre su actividad política. Este libro pretende llenar en parte este vacío. Se trata de una biografía crítica que aborda la etapa menos conocida –y también la más polémica– de la vida política de Aguirre: la del exilio. Los resultados arrojan luz sobre temas hasta ahora poco o nada conocidos, y contribuyen así a un conocimiento fiel y no mitificado de la persona de Aguirre. A lo largo de estas páginas, en las que no faltan las sorpresas, el lector recibirá una bien fundada información acerca de diversos aspectos de la actividad y pensamiento políticos del dirigente nacionalista en sus años de exilio: su fase radical y hegemonista; su relación con el nacionalsocialismo alemán; sus intentos de transacción con los monár-quicos; su buena relación y cooperación con su máximo contrincante político, el socialista vasco Indalecio Prieto; su centralidad en la política española del exilio; sus conflictos con el exilio catalanista y galleguista; sus relaciones de preferencia con el Departamento de Estado estadounidense; o su replanteamiento del concepto de soberanía en el marco de la naciente Europa unida. Hoy más que nunca conviene fijarse en políticos como José Antonio Aguirre. Para sus seguidores, protagonizó el papel del profeta que conocía el camino hacia la justicia y la libertad. No obstante, su flexibilidad y su olfato para el arte de lo posible en cada momento lo protegieron de la tentación del fundamentalismo, fruto de la sacralización de los principios. Nunca fue profeta a secas, nunca se dejó guiar en exclusiva por la ética de la convicción. Pero su biografía tampoco coincide con el prototipo de un político pragmático y realista que, inspirado por una fría ética de la responsabilidad, se olvida de sus principios, pacta con cualquiera y pierde el rumbo de su política en el mare mágnum de la gestión diaria y de su lucha por el poder. Aguirre, el profeta pragmático, vivió la tensión y las contradicciones, entre ambos polos, y de esta tensión nacieron sus grandes aciertos, pero también sus errores. L.M.