Se empezó por conquistar el lenguaje para conquistar la tierra y vaciarla. Y así, el pueblo que ocupaba esa tierra se convirtió en un «problema», una «cuestión». El problema palestino, la cuestión palestina. La cosificación del otro, «excluyéndolo de la categoría de un nosotros dotado de derechos, necesidades, sentimientos y aspiraciones». Éste es un libro de hechos y personas y de lenguaje puesto en su sitio. De un pueblo que fue sacrificado en virtud del proyecto sionista que empezó a gestarse en Europa en el siglo XIX; de un pueblo que no es «sino vidas que, tomadas una a una, tienen rostro, carne, sangre y nombres, y proyectos de futuro y recuerdos, y rencillas irresueltas y genealogías familiares con abuelos y bisabuelos enmarcados en fotografías de color sepia en la pared del salón». De entonces acá, Aranguren tira del hilo y encuentra la historia, nos conduce hasta esta Palestina rediezmada y reexpoliada, esta Palestina de la recolonización sin límites. (Maruja Torres, 29-4-2004)