Por su conflictividad social durante la Restauración y la II Republica, Serón se había convertido en un bastión del movimiento obrero almeriense. Pocos municipios de la provincia de Almería vivieron de una forma tan agitada las convulsiones sociales que se produjeron durante la República, la Guerra Civil y una durísima posguerra. En esta investigación se analiza como el proletariado minero y rural se transformó en el grupo objetivo de la violencia franquista, mediante un proceso planificado de eliminación del movimiento obrero organizado del municipio.
Después de tres años de guerra en la que se produjeron alteraciones y desordenes, reclutamientos forzosos, refugiados, racionamiento, incautación y destrucción del patrimonio, así como los daños colaterales que se sufren y padecen en todas las guerras, buena parte de la población recibió con alivio la terminación de la contienda y la llegada de la tan ansiada paz. A la larga lista de muertos y desparecidos en combate y en la retaguardia, una variedad de situaciones venían a sumarse para magnificar la dimensión de la tragedia: exiliados, huidos en el monte, presos, fusilados, desterrados, viudas, huérfanos. Prácticamente todas las familias seronenses, de uno y otro bando, estaban marcadas por el estigma de la tragedia. Todas lloraban a sus muertos y curaban sus heridas, pero muchas tenían que hacerlo silenciosamente, humilladas por la derrota; para ellas su tragedia no acabó con el fin de la guerra, una pesada losa de odios y rencores seculares se convirtió en la peor de las pesadillas.