Olula del Río permaneció durante todo el periodo de la Guerra Civil en la retaguardia, y vivió esta experiencia de una manera menos sobresaltada, por decirlo así, dentro de lo suave que pueda suponer vivir una guerra con toda su carga de dramatismo y tragedias individuales. El ayuntamiento estaba gobernado por una “buena persona”, Francisco Valdés Tapia, conocido como “el Maza”, quien se apresuró a convocar a todos los partidos políticos y sindicatos de izquierdas y de derechas a una reunión en la que se anteponían los intereses del pueblo por encima de los partidismos políticos e individuales; y así fue como se generó en el pueblo un comienzo de guerra tranquilo, en el que hasta tuvo que venir un teniente de Almería para nombrar el Comité Revolucionario, y se señalaron las pautas a seguir durante la contienda, y que en líneas generales estuvieron marcadas por una ausencia de “violencia descontrolada”, que sí estuvo presente en otros municipios de la comarca. Esto no quiere decir que no hubiera detenciones de personas de derechas, requisas o incautaciones de géneros, sino que se produjo una especie de consenso cívico para limitar “los costes”. En España, la posguerra fue peor que la propia guerra. La “pertinaz miseria” que acompañó a todo el primer franquismo se instaló en todos los hogares del municipio, ahora bien, no en todos era igual... Los vencedores impusieron la ansiada paz sin generosidad, altura y grandeza de alma. En lo que respecta a la represión, en lo esencial y salvando las particularidades, que también las hubo, en Olula del Río pareció instalarse un tácito pacto de reciprocidad con lo sucedido durante la guerra, que al menos impidió que hubiese sentencias de muerte cumplimentadas.