La sacudida árabe analiza el estallido social en el mundo árabe a partir de los últimos días de 2010. Es pronto para dilucidar si se trata de una serie de revoluciones en cadena, de revueltas inducidas por reformistas sociales, de un renacimiento de las sociedades árabes, de un compendio de las tres cosas o de algo genuinamente diferente a cuanto registra la historia de los movimientos político-sociales. Lo único cierto es que cada día se dan hechos nuevos que obligan a una revisión de lo afirmado hasta entonces, y así sucede que en el entretanto se ha consagrado la etiqueta primavera árabe, aunque se antoja más apropiado el plural, primaveras árabes, pues la diversidad de los procesos así lo aconseja. A una parte de los actores del momento no els agrada el apelativo, que estiman apegado a la lógica y la tradición política europeas, pero finalmente el nombre no es más que una referencia que acota sucintamente una realidad poliédrica.
Por lo demás, tiene poco sentido indagar si las primaveras árabes deben equipararse al 1789 o al 1848 de Europa. Es improbable que análisis dirigidos a esclarecer este asunto tengan un final feliz. Más parece que domina en estas pesquisas la rigidez de un eurocentrismo académico infructuoso que soslaya los ingredientes genuinamente árabes de la sacudida. Dicho de otra forma: el relato histórico de los dos últimos siglos en el mundo árabe no permite llegar a una estación en la que grosso modo se repitan las circunstancias que dieron pie a los citados episodios europeos.