En el otoño de 2000 la periodista Isabel García-Zarza se incorporó a la delegación de la agencia de noticias Reuters en La Habana. Durante los cinco años que permaneció en ese destino, escribió un diario donde detallaba la vida cotidiana de una corresponsal bajo el régimen de Fidel Castro. La ilusión inicial de residir en un paraíso del Caribe se va transformando paulatinamente en angustia. El poderoso aparato policial castrista observa cada uno de los movimientos de sus ciudadanos, condenados a vivir en una casa sin paredes, desprovistos de la mínima intimidad. La casa de cristal es un testimonio desgarrado de la falta de libertades que impera en Cuba, de la miseria económica que soportan los ciudadanos, de las desigualdades entre la población civil y los dirigentes próximos a Castro, de la cursilería dialéctica de la propaganda con que abruma el Régimen. La mirada de la autora, a veces ingenua pero siempre independiente, choca constantemente con los muros de una dictadura que agoniza al mismo tiempo que su Comandante, aunque que se resiste férreamente a desaparecer. En palabras del escritor Jorge Edwards, autor del prólogo, García-Zarza narra la contradicción de un país «que es dulce por fuera y muy amargo por dentro».