Vivimos bajo el régimen de la seguridad. Desde las reformas penales a las cumbres sobre el clima, pasando por las medidas sobre la salud: el imperativo de la preocupación invade nuestra existencia. Pero, ¿de qué deseamos protegernos con tanto fervor? ¿Por qué la seguridad goza de tanta legitimidad? Y, ¿qué tenemos en mente cuando hablamos de un mundo "peligroso"?
La palabra clave de esta nueva percepción de lo real es "vigilancia". El estado de vigilancia se impone tanto a los individuos como a las instituciones: designa la obligación de permanecer alerta y contemplar el presente bajo el prisma de las amenazas que lo acechan. Esta ética de la movilización permanente es, por encima de todo, la del mercado, y este libro muestra con gran claridad el estrecho vínculo existente entre la omnipresencia de la seguridad y un neoliberalismo que poco tiene ya que ver con las filosofías y las políticas liberales.