John Stuart Mill escribió en su Autobiografía que era uno de los pocos ejemplos en Gran Bretaña de alguien que no es que hubiera abandonado las creencias religiosas, sino que nunca las tuvo: «Crecí en un estado negativo con respecto a las mismas. Consideraba las religiones modernas exactamente igual que como consideraba las antiguas, como algo que de ninguna manera me concernía». Sin embargo, los problemas a los que las religiones intentan dar respuesta sí le preocuparon, y mucho.
Una muestra excelente son los Tres ensayos sobre la religión que aquí se presentan. En ellos, buscando siempre la claridad conceptual y analizando perspectivas muy diversas, Mill se pregunta sobre la probabilidad de la existencia de un Dios que habría ordenado el mundo, sobre la inmortalidad del alma, sobre la utilidad de la religión tanto a nivel social como individual, sobre el papel de la esperanza y la imaginación y sobre la importancia de construir una Religión de la Humanidad que pudiera dar sentido a la vida humana frente a la amenaza que la finitud representa.