Cincuenta años después de que el Sputnik sobrevolara la Tierra a menos de 1.000 km de altitud, circunstancia que despertó dosis similares de recelo y admiración, la exploración espacial sigue sustentándose en cohetes que obtienen su empuje de reacciones químicas. Este texto aborda, de forma a la vez amena y rigurosa, una alternativa alocada: el uso de ascensores espaciales, anclados en la Tierra, como dispositivos de lanzamiento reutilizables y económicamente viables para los siglos venideros.
La lectura de este libro constituye "un pequeño paso para el hombre; sus implicaciones, un gran salto para la Humanidad..."