En cerca de setecientos pasajes se recoge una historia del paladar español, mediante testimonios que abarcan desde san Isidoro de Sevilla (siglo VII) hasta las memorias de Fernando Savater (2003), pasando, entre otros, por el Arcipreste de Hita, Sem Tob, Fernando de Rojas, la Celestina, Francisco Delicado, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Villandrando, Soraplán de Rieros, Larra, Emilia Pardo Bazán, Clarín, Galdós, Francisco Ayala, Caballero Bonnald, Ángel González, Luis Mateo Díez? Poemas, pasajes de novelas o piezas dramáticas, refranes, coplas de ciego, etcétera, donde se da cuenta de recetas de cocina en verso, consejos dietéticos, prohibiciones religiosas o médicas, las comidas del pueblo al pie de la era, bodas campesinas, banquetes de difuntos, festines de la burguesía o las ceremoniosas pitanzas de la realeza, así como las apreciaciones de comensales cualificados (Camba, Luján, Perucho, Pla?). El hambre y la hartura, la comida como forma de subsistencia, pero, sobre todo, la enorme ritualidad que siempre ha atesorado. Facilitan el manejo de El cielo de la boca un amplísimo índice de materias, de nombres propios y de las obras de donde se han extraído los textos. Se muestra así cómo la comida es tanto un marcado indicador de gustos ante los manjares como de valores sociales.