En Ibiza y Formentera, durante siglos verdaderas islas aisladas, se configuró una cocina elaborada con productos estacionales y basada en la trilogía mediterránea: el trigo, el vino y el aceite de oliva. Elaborada con productos autóctonos, y que por fortuna conserva aún su esencia, su propia filosofía gastronómica. Un verdadero patrimonio de la humanidad, como deberían declararse todas las cocinas locales del mundo.