Arte y patrimonio cultural son categorías sociales de gran vigencia, pues se han convertido en una necesidad más de las modernas sociedades. Sin embargo, su constante presencia no significa un mejor conocimiento de sus atributos, ni de los mecanismos de su funcionamiento social; al contrario, parece que la mezcla de ideas y prejuicios sin revisar es tónica general. Como reflejo de esta preferencia, la restauración de todo lo que se considera de interés cultural es una actividad corriente. Pero se corre un doble riesgo: anquilosarse en sus más reiterados presupuestos o desvirtuar su perfil por la frivolidad con que nuestra sociedad transforma y simplifica.