El mismo color original de la materia, sin aditivos cromáticos, puede protagonizar el paisaje interior del hogar, que puede cubrirse de un manto de pintura o destaparse ante las pinceladas pronunciadas de los objetos que habitan en su lienzo. Todo un círculo de tonos infinitos habita en el organismo de la vivienda, como los colores del arco iris, ocultos en la aparente luz blanca del sol.