Como es de Zaragoza, Yrache ha concebido el origen histórico del agua en la estepa; de la ausencia o necesidad surge nuestra habla. Luego se describen: desde las agrícolas o árabes, a las amorosas o italianas; desde la dulce del Henares, a la violenta del Jalón cidiano; la talasocrática o imperialista, que levantaría la crítica del escritor estoico; el ridículo Hebro plagado de aventuras del hidalgo Quixada, usado ahora por los aljamiados aragoneses para el riego y los molinos; el Pisuerga, que reflejaba la ciudad al atardecer lento; el Nilo, tan difícil de saber sus fuentes, aquí convertido en el querer humano, que no sabemos cómo nos viene; y las fuentes, adonde vamos los que de jóvenes fuimos a los montes.