Nada más simple, y al mismo tiempo más complejo, que un enunciado en el que se remita un texto a «su» género. Desde Ariosto a Brunetière pasando por Hegel, los poetas han buscado el milagro de una teoría unitaria de los géneros literarios. Decir que La Princesa de Clèves es un relato, o que El Perfume es un soneto, es, desde luego, dar un nombre y una clasificación a estos textos, pero siguiendo lógicas muy distintas –en el primer caso poniendo en juego la ejemplificación de una propiedad, y en el segundo la aplicación de una regla. Esta sencilla observación deja entrever la radical y desconcertante conclusión a la que llega este libro: la pluralidad de las lógicas «genéricas» es irreductible. Por eso, Jean-Marie Schaeffer pasa una página de la historia de la poética. Sin embargo, ya no se podrá actuar como si un texto no fuera, primero y ante todo, un acto de lenguaje, o como si la filosofía no tuviera nada que aportar a la teoría literaria.