«Mal que me pese, los Cuchimanes somos nosotros,
mi familia, una cuadrilla de locos exaltados, un cataclismo completo de
majaras condenados al agobio de la carne y al fanatismo sexual por culpa
de un lastre genético que nos deforma de arriba abajo lo poco bueno
que quedó a los hombres después del pecado original.»
Así comienza Miguel Rellán (que tanto nos ha deleitado
ya desde los fotogramas de sus múltiples e impagables incursiones
en el celuloide) su primera novela, una narración jugosa, plena
de ingenio y humor, disparatada e hiperbólica, en la que se mezclan
influencias dispares, como el surrealismo, el Siglo de Oro, el humor negro
«a la española» y el esperpento fantástico e hiperbóreo.
El asunto de la novela, la vida y milagros, las aventuras y desventuras
de algunos ilustres especímenes de la irrepetible estirpe de los
Cuchimanes, se va desgranando en episodios, a cual más sorprendente
y delirante, que nos muestran con certeras pinceladas personajes lunáticos,
extravagantes, o sencillamente tarados: Diente de Ajo, Luquitas el Cuajado,
Doña Sumergida, el peligroso tahúr Salomón Mascareña,
La Fósfora, etc., a los que se une una sangre común y un
físico imposible (para colmo nacieron casi todos sin el tapón
de la lujuria), de manera que en el mismo tronco familiar pueden encontrarse
santones perdularios y verracos, sacamantecas de medio pelo, místicos
y apóstatas, furcias incompetentes y aparatosos papanatas, todos
igualados por el desamparo, la incongruencia y el carácter desajustado
de los artistas.
Tales son los ingredientes que emplea Miguel Rellán
en Seguro que el músico resucita, que sin duda deleitará,
divertirá e instruirá al lector que acierte a adentrarse
en sus sabrosas páginas.