Sirviéndose del recurso literario
de limitarse a preparar para su publicación un documento del siglo
XVII encontrado casualmente en su parroquia, Wilhelm Meinhold, teólogo
y pastor protestante alemán (1797-1851), da a la luz en 1842 La
bruja del ámbar, crónica de un célebre proceso
por brujería a Mary Schweidler, hija de un pastor que ocupó
el mismo cargo parroquial en el pasado.
Con La bruja del ámbar,
Meinhold
quiso inaugurar un nuevo género literario al que dio el nombre de
«narraciones de crónicas», un género que despertó
un interés inusitado, sobre todo en Inglaterra, donde sus obras, alguna traducida al inglés por la madre de Oscar
Wilde, entusiasmaron a los prerrafaelistas Rossetti, Burne-Jones y
William Morris.
La bruja del ámbar,
al margen de suponer un brillante argumento religioso contra algunos aspectos
del protestantismo, aparte de su carácter de novela histórica
o de su contenido literario terrorífico o sobrenatural, puede leerse
como una novela de suspense, pues la historia de Mary Schweidler pone en
el tapete una denuncia falsa de brujería por venganza, un proceso
judicial amañado en el que se intenta comprar o presionar testigos,
la búsqueda de pruebas exculpatorias y un elemento de suspense,
la sentencia, propio de las novelas y películas de procedimiento
judicial.