De la producción menos conocida de Arthur Conan
Doyle, su narrativa histórica (que el autor anteponía
a las historias de Sherlock Holmes que le dieron fama universal), Valdemar
ha publicado hasta el momento La Compañía Blanca,
Sir
Nigel, y, en esta misma colección, las dos series de relatos
dedicadas al brigadier de las tropas napoleónicas Gerard.
Con Los refugiados, que se inicia en la Francia
de Luis XIV y finaliza en el Canadá colonial, Conan Doyle pretendía
novelar, mediante la peripecia particular de una familia hugonote, el destino
de los miles de hugonotes que tuvieron que abandonar Francia por la intolerancia
religiosa de su rey. La primera parte de la novela evoca ese barroco siglo
XVII francés: la pugna entre protestantes y católicos, y
la intriga cortesana entre dos favoritas reales, madame de Montespan y
madame de Maintenon, y sus partidarios, por hacerse con la voluntad del
Rey. En un brillante Versalles salen a escena el propio Luis XIV, el Rey
Sol, y todo el coro cortesano rayando a gran altura: Frontenac, Corneille,
Bossuet...
Como contrapunto, la segunda parte de la obra aborda los
avatares y peligros que afronta la familia Catinat que, debido a su pertenencia
a la religión reformada, acaba emigrando a Nueva Francia, donde
espera reanudar su vida en libertad. La colonia, sin embargo, era en aquel
tiempo un vasto territorio salvaje y escasamente poblado, con pequeños
asentamientos de estructura cuasi militar rodeados y acosados por los dominantes
indios iroqueses. Los refugiados nos brinda una visión sincronizada
de dos siglos XVII muy diferentes: el metropolitano y cortesano, y el colonial.