En 1868 la sociedad española se vio conmocionada por una revolución que habría de modificarla profundamente. El derrocamiento de Isabel II desembocaría en última instancia en la proclamación de la Primera República y en una nueva organización de la vida del país. Sin embargo, la alianza entre la gran burguesía que había crecido a la sombra de estos cambios y los viejos valores del Antiguo Régimen acabaría en brevísimo tiempo con aquella esperanza. La Restauración borbónica estableció una sociedad inmovilista basada en la hegemonía incuestionable del poder económico y moral que la controlaba. En esta situación, Benito Pérez Galdós hace nacer a Tristana como personaje incapacitado para integrarse en la sociedad de su época. Desde su posición marginal, Tristana imagina un futuro mejor y más libre, con una clara conciencia de su condición femenina. Con la incomprensión de sus dos amantes y la falta de preparación a la que, por ser mujer, la condena la España de finales del siglo XIX, Tristana será finalmente asimilada, quedando mutilada en cuerpo y alma.