«Me salió al paso el tema de El agente secreto –me refiero a su trama argumental– en forma de unas sucintas palabras pronunciadas por cierto amigo mío durante una conversación fortuita sobre los anarquistas. Enseguida, pasando a ejemplos precisos, evocamos la ya vieja historia del intento de volar por los aires el Observatorio de Greenwich. (...) Mi amigo luego comentó: “Oh, ese tipo era retrasado mental, su hermana se suicidó poco después”. Tales fueron las únicas palabras que cruzamos... Debía de haber, sin embargo, cierta atmósfera en el conjunto del incidente, porque al momento me sentí estimulado. Luego surgió la visión de una ciudad enorme, de una capital monstruosa, más populosa que algunos continentes, devoradora cruel de la luz del mundo.
Este libro es esa historia, desarrollada en proporciones convenientes, sugerido y orientado su curso entero por la salvajada absurda de la explosión en Greenwich Park. El agente secreto es una obra de una autenticidad cabal. Incluso el puro propósito artístico, el de aplicar un estilo irónico a un tema de esta índole, fue escogido con deliberación. Sin embargo, mientras la escribía hubo momentos en que era yo un revolucionario extremista». (Joseph Conrad)
«Muy apropiado para estos tiempos sería la lectura de El agente secreto, de Conrad. Un libro escrito hace mucho tiempo pero que vendría bien releer en tiempos de terrorismo y pánico nuevoseculares. Es una obra de actualidad. El mejor estudio de la psicología de un terrorista, por eso es ideal para quien desee penetrar en ese fantasma del terrorista. Un hombre, una bomba, un niño, una amenaza y al final...» (Fernando Savater)