El castillo es considerada por muchos especialistas de la obra kafkiana como la cúspide literaria del escritor praguense, debido tanto a su complejidad estructural y a su madurez simbólica y metafórica, como a la densidad intelectual de los motivos que la forman. Efectivamente, en El castillo, escrito en la última fase de la vida del autor, cuando la enfermedad progresaba con una desesperante tenacidad, la fuerza expresiva de Kafka alcanza una intensidad inusual, siendo testimonio de la falta de compromisos del autor, de su firme voluntad de enfrentarse a un terrible reto existencial: el «asalto contra la última frontera terrenal», su deseo de ser «final o principio». Esta madurez e intensidad, su extraordinario estilo, el cual, como dijo Hermann Hesse, convierte a Kafka en un rey secreto de la prosa alemana, hacen de la novela El castillo un joven clásico de la literatura universal, un clásico que, como El proceso, ha desencadenado un alud de interpretaciones y comentarios, no sólo literarios, sino filosóficos, teológicos, psicológicos, políticos y sociológicos, demostrando así que ha tocado el nervio de nuestra época..