El emocionado recuerdo y la admiración literaria de Jorge Luis Borges por Rafael Cansinos Assens ?«he conocido a un hombre que sentía la terrible belleza de cada instante y el tiempo me ha dejado unas anécdotas, un poco de ceniza y la intransferible convicción de que era genial»? ha contribuido a situar su obra en el lugar que le corresponde dentro de las letras españolas del siglo xx. Si en La novela de un literato ?también publicada en Alianza Editorial?, Cansinos realiza una prodigiosa reconstrucción del mundo de la bohemia madrileña del primer cuarto de siglo junto a una amplia galería de retratos (Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Francisco Villaespesa, Antonio y Manuel Machado, Ramón Gómez de la Serna, Felipe Trigo, Julio Camba, Concha Espina, Enrique Jardiel Poncela y Gómez Carrillo, entre otros), en El candelabro de los siete brazos, publicado en 1914, muestra la belleza de la prosa, las claves de inspiración y las obsesiones íntimas de un gran escritor injustamente olvidado. El estilo de la obra, observa Borges en el prólogo de esta edición, es el de los Salmos, acentuado y modificado: «Cada una de las partes que lo integran tiene como nombre una letra del alfabeto hebreo. Las escenas transcurren en Madrid, pero el ambiente es oriental. Los lupanares son harenes; las mujeres que bailan son bayaderas; el Café Colonial es el café de los divanes rojos; las tertulias del Colonial son congregaciones sabáticas. En ese primer libro ya están, para quien sepa leer entre líneas (quizá el único modo de leer, dada la imperfección del lenguaje), la entonación, las cadencias, las preferencias, las vastas y vagas metáforas, el culto romántico del fracaso y hasta la biografía venidera de quien sería mi maestro».