Alexander Leander Donagh, único heredero de una inmensa fortuna familiar, vástago último de un árbol genealógico centenario y frondoso, es un aristócrata como ya no quedan: inteligente, hermoso, irresistible... y el calificativo no es gratuito. Ejemplo público de seriedad y rigor, su fachada, construida a lo largo de tanto tiempo, le permite esconder su talante apasionado. Lo cual no impide que las mujeres del «todo Londres» se rindan ante él, y que no sean pocos los hombres incapaces de sustraerse a sus encantos.
Tiene pareja. Su historia de amor con Dimitri, un bailarín estrella que sigue el rastro de los grandes: Nureyev, Baryshnikov, llena las páginas people de la siempre lenguaraz prensa británica. También es un habitual de la sección de tribunales, porque su brillante trabajo como jurista no deja de admirar a quienes trabajan con él, socios incluidos, ni a los rivales que a él se enfrentan.
Sin embargo, el mayor deseo de este privilegiado que parece tenerlo todo es conseguir lo que más se le resiste: el amor de un abogado de su prestigioso bufete, al que se ha propuesto conquistar. Y eso que Mark, pues así se llama, se muestra absolutamente ignorante de las intenciones de su jefe y proclama lo feliz que es en su matrimonio con Joyce la cual, ella sí, se muestra dispuesta a caer en los brazos del Lord seductor...
Ante el empuje de Alexander, su círculo de íntimos se nos antoja indefenso y vulnerable. Dimitri, que sabe cuáles son las intenciones de su amante, aspira a retenerlo; Joyce, completamente equivocada sobre la meta real del superior de su marido, acaricia una esperanza; y Mark tarda en darse cuenta de lo que está pasando... y de su propia y desconocida naturaleza.
Un galanteo dramático, una novelaconfesión a tres voces en torno a un personaje central fuera de lo común, viva imagen de la seducción.