Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir, afirmó Anton Chéjov en cierta ocasión. En otra parte, sobre la génesis de El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, Patricio Pron sostuvo: Allí, en Alemania, yo tenía la nariz rota y ningún lugar al que ir. La nieve que caía sobre mis espaldas recortaba en el suelo una figura que era la mía, dibujada por omisión sobre las baldosas, como la de un fantasma. Los dieciocho relatos que componen el libro son un soberbio carpetazo a todas las convenciones del género, al tiempo que una extraordinaria exploración de la identidad, la memoria, la mentira y, sobre todo, de la escritura como profesión, arte y forma de vida. El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan nos recuerda que la lucha y la determinación de los escritores, y su orgullo insensato, a veces también conducen a la gloria, íntima y secreta. Aquí tenemos a un escritor al que ya no podemos pasar por alto.