Dos o tres días después, transformada por el recuerdo, transcribio esta noticia en su cuaderno gris, durante veinte años sufrió en silencio la sospecha de que su mujer le era infiel. Una tarde dió por terminado el suplicio. Como su imaginación estaba agotada, concluyo, que sus sospechas carecian de fundamento. Se sintío incapaz de sobrevivir tras un suplicio tan largo. Se paro ante el espejo y se pego un tiro. Cuando se sufre no hay nada seguro.