El castillo amaneció frío y silencioso. Algunos hombres desde las murallas, vigilaban atentos la inesperada llegada de un enemigo casual. Más deseosos esperaban el cambio de la guardia. La bandera del reino, flameaba con los primeros rayos del sol, deslumbrante para todos. Como si hablara una silenciosa orden, sus habitantes tomaron vida. Algunas mujeres cruzaban la plaza y algunos hombres embravecían a los animales para que tirasen con fuerza de los carros. Poco a poco, por las calles de Castell, comenzó a correr el movimiento confuso y vibrante de una ciudad. (texto del libro).