En esta novela, Dan Lungu, partiendo de personajes y situaciones corrientes, valiéndose de la ironía y un fino sentido del humor que en numerosas ocasiones provoca la risa, consigue realizar una radiografía perfecta de la sórdida realidad de la vida en un país del paraíso comunista y de los años que siguieron a la caída del régimen. «Para mí», dice Lungu, «¡Soy un vejestorio comunista! nació de la necesidad de comprender una paradoja que me intrigó: cómo era posible que mucha gente, incluso muchísima, que vivió bajo un régimen totalitario e inhumano, sin gozar de privilegios y favores, fuera capaz de sentir nostalgia de él. A través de una vieja que narra su propia vida en primera persona, intento desmontar los mecanismos de la nostalgia y resolver ese enigma psicológico».
Ha sido traducida, entre otros idiomas, al francés, alemán e italiano; nominada al premio Jean Monnet, Francia, fue llevada a la pantalla el año 2009.