El ciceroniano, publicado en 1528, fue un libro muy importante en las polémicas literarias, retóricas y estéticas de la Europa del siglo XVI, pues en él nos ofrece erasmo sus opiniones en torno a la famosa controversia lingüística, retórica y hasta religiosa que los humanistas, prácticamente desde Petrarca, sostenían en torno a la lengua y el estilo de Cicerón. Seriedad e ironía se dan la mano en esta obra, presentada como un diálogo entre tres interlocutores: Buléforo, portavoz del propio Erasmo y partidario de la «imitación compuesta», Nosópono, ciceroniano que pretende enfermizamente imitar en todo sólo y exclusivamente a cicerón, e hipólogo, interlocutor secundario que apoya las tesis de Erasmo. El cometido de Buléforo –y de Hipólogo– es curar a Nosópono de la malsana idolatría que siente por cicerón y hacerle comprender los beneficios de una «imitación compuesta» (la de cicerón y otros eximios escritores). Como era de esperar, el libro, de claro carácter retórico, fue muy polémico y acentuó, si cabe, el enfrentamiento entre una y otra facción, generando en torno a él una fecunda literatura.