Por grande que sea la satisfacción visual que produce una pintura, no podrá ser completa si el espectador intuye que en la misma hay algo más de lo que ven sus ojos. El gran logro de Edgar Wind en la que se ha considerado su obra maestra es precisamente haber permitido apreciar por primera vez el sentido pleno de algunas de las obras más famosas del Renacimiento, desde la Primavera de Boticelli hasta el Amor sacro y profano de Tiziano, pasando por Miguel Ángel, Correggio o Rafael. Partiendo de los textos de Ficino, Pico de la Mirandola y otros neoplátonicos, el autor reconstruye el proceso de recuperación y reelaboración de los mitos paganos que se produce en esta época, estableciendo así el marco, para nosotros desconcertante, de pensamientos, alusiones y enigmas en el que se desenvuelve cada una de estas obras. En toda su riqueza, Los misterios paganos del Renacimiento constituye un destacado exponente de la corriente que ha revolucionado los estudios del arte en el siglo xx, la escuela iconológica, representada por Giehlow, Warburg, Saxl o Panofsky. El espíritu genial de Aby Warburg -del que Wind fue colaborador y amigo- recorre especialmente estas páginas por su capacidad de abrirnos los ojos a perspectivas insospechadas, que rebasan con creces los límites de la historia del arte para adentrarse en campos más amplios, como la historia del pensamiento y de la civilización.